jueves, 22 de junio de 2023

Sobre los #TCA Cosas sueltas 1

 Sabemos que la anorexia ha evolucionado desde los tiempos de la santa anorexia y que se ha aprendido mucho  a propósito de ella. Por ejemplo, que existen personas con posible diagnóstico dentro del espectro autista que la pueden desarrollar, porque algunos alimentos los lleguen a considerar perjudiciales y acaben por extender el éxito del rechazo de unos a muchos más y a dejar de ingerir por temor.

También sabemos que existen características de funcionamiento cerebral que son distintas o que cambian, así en algunos experimentos se confirma que personas con el diagnóstico reaccionan a la presentación de unos estímulos y no a la de otros.

Y que un porcentaje elevado de las personas con el diagnóstico de anorexia no podrán dejar de comportarse así a lo largo del tiempo y que el objetivo del tratamiento consistirá, como ya ocurre en trastornos adictivos, en la reducción del daño, en demorar la posibilidad del fallo orgánico.

El diagnóstico de la anorexia ha cambiado y de hecho se ha sumergido en la gran etiqueta Trastornos de la Conducta Alimentaria. Primero se cuestionó alguno de los criterios para el diagnóstico y después se puso en cuestión casi todo el concepto de anorexia: mujer delgada que apenas si se alimenta por diversos motivos. En algún momento se consideró que el canon de belleza que se imponía a partir de la desinhibición corporal de las mujeres era excesivo, extremo y, sobre todo, responsable del sentimiento de responsabilidad o culpa que las mujeres asumían y que la ciencia de la mercadotecnia exploraba con deleite y explotaba con afán de lucro: la campaña preverano para perder esos quilitos; los productos adelgazantes y los sustitutos de una de las comidas diarias principales; la utilización de prescriptores y personas con una constitución física envidiable, modelos, que influyeran sobre las audiencias, por una parte moldeando el "prototipo" que a los hombres les iba a atraer en una mujer y presionando sobre ellas para que lograsen emular a las figuras prescriptoras.

Con la presión social a propósito de la diversidad y aceptación de otros cuerpos, de todos los cuerpos, además de las campañas antianorexia y foros anoréxicos, que lograron concienciar y adoctrinar, en el sentido de concienciar sobre los peligros que algunas conductas alimentarias entrañaban, surgieron voces cualificadas que alababan algunas prácticas restrictivas (como en la anorexia, se trata de comer menos y de recudir sustantivamente algunos alimentos o categorías de estos) que parecían facilitar la mejora de la salud y además el envejecimiento saludable (una contradicción porque se considera que el envejecimiento es una enfermedad de obligado curso, ¿verdad? -broma, broma) y han expandido algunas prácticas que pueden llegar a transformarse en modalidades encubiertas de relación conflictiva con la alimentación personal. Entre estas prácticas, la expansión de la alimentación para celiacos a otras personas por motivos del efecto inflamatorio del gluten, según los expertos de este tipo; el ayuno intermitente; el ayuno por días; la reducción sustantiva de las porciones; las dietas hipocalóricas temporales que benefician a algunos pacientes de diabetes tipo II (la adquirida con el tiempo por el excesivo consumo de hidratos, azúcares o por una mezcla de componentes genéticos y conductuales que derivan en esta enfermedad crónica, una vez desvelada).

Hace un tiempo me dediqué a leer testimonios de personas que estaban dentro de la enfermedad y de personas que estaban superándola. Los primeros eran muy frecuentes en Twiter, y entiendo que ahora se trasladarán a Tik Tok, porque son enfermedades que explotan en la preadolescencia y se mantienen en general durante unos años, si bien pocos, porque la anorexia no es un hábito alimenticio que pueda mantenerse facilmente. Es difícil ser anoréxica; de hecho, para la humanidad es imposible dejar de comer porque el organismo demanda enegía para seguir adelante. De los segundos leí muchos libros. También he tenido oportunidad de leer sobre modelos de psicoterapia para cada una de las presentaciones de los Trastornos de la Conducta Alimentaria.

Lo que aprendí lo fui compartiendo en las redes, con la idea de convertirme en un recurso terapeútico para personas con este tipo de problema o dificultad. 

Hace unos meses decidí escribir algo más sólido y elaboré un documento, de apenas cincuenta páginas, en el que volcar algunas de las ideas de esos libros, de mis experiencias y de los modelos de tratamiento. Como se trataba de in objetivo humilde y como, además, utilizaba muñecos de Playmobil, opté por la distribución gratuita. Puedes descargarlo de la editorial Bubok, en edición PDF.


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